No es por abrumarte, pero verás, aquí la idea esque los aprecies ambos, no necesariamente para compararlos -intento necio de comprobar no sé qué-, simplemente es para hacer esto un poco más amplio, más interesante... Aleksandr Sergéyevich Pushkin (1799 – 1837) fue un escritor ruso, una centuria más viejo que el anteriormente visto. Fue el creador del estilo narrativo -mezcla de drama, romance y sátira-, que después se asociaría a la narrativa rusa, influyendo notablemente a figurones literarios de posteriores a él. Si te gusta este fragmento, sigue el link para descargar. Lee, deduce y comenta...
UN DISPARO MEMORABLE
Tuvimos un duelo.
Baratynski
Yo había jurado atravesarle de un balazo,
según el derecho del duelo- mi disparo no le alcanzó.
Una velada en el Vivac.
Estábamos acantonados en el pequeño pueblo de X. Todo el mundo sabe cómo es la vida de un oficial de tropa de guarnición. A la mañana, estudio y picadero; la comida en casa del comandante del regimiento o en una fonda judía; a la noche, ponche y naipes. En X no había ningún lugar donde reunirse, ni una muchacha; íbamos unos a casa de otros, donde, aparte nuestros uniformes, no veíamos nada más. Un solo civil formaba parte de nuestro grupo. Tenía unos 35 años, lo que nos hacía considerarle viejo. Su experiencia le daba superioridad sobre nosotros en varios puntos, y, además, su aspecto sombrío que mostraba habitualmente, sus rudas costumbres y su lengua mordaz ejercían una clara influencia en nuestras mentes juveniles. Un cierto misterio parecía envolver su destino: se le hubiera tomado por ruso aunque llevaba apellido extranjero. En otros tiempos había servido en los húsares, y hasta con suerte; sin embargo, nadie sabía qué motivos le habían hecho retirarse del servicio para ir a radicarse en un mísero pueblucho, donde vivía en la estrechez, unida, no obstante, a cierto despilfarro. Iba siempre a pie, vestía una chaqueta negra, raída por el uso, y su mesa estaba siempre a disposición de todos los oficiales de nuestro regimiento. Sus cenas, estaban compuestas por no más de dos o tres platos, preparados por un militar retirado, pero el champagne solía correr a torrentes durante las comidas. Nadie sabía si poseía o no fortuna ni cuales eran sus rentas, ni nadie se atrevía a preguntárselo. Tenía muchos libros, la mayoría obras de milicia y novelas. Los prestaba de buen grado, sin exigir nunca su devolución, como tampoco, por su parte, devolvía nunca los que a él le prestaban. Su ocupación predilecta era ejercitarse en el tiro a pistola. Las paredes de su cuarto estaban tan acribilladas de balazos, que parecían paneles de una colmena. Una rica colección de pistolas constituía el único lujo de la miserable casucha que habitaba. La destreza que había adquirido simplemente en el tiro, era increíble, tanto como para que, de haberse propuesto acertar de un balazo un objeto puesto sobre la gorra, ninguno de los de nuestro regimiento hubiera vacilado en ofrecerle su cabeza como blanco. El tema de nuestras conversaciones era con frecuencia los duelos.
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