
Aquello pudo ser no más que una anécdota hilarante, pero su carácter fue siempre dominado por pensamientos trágico.
El miedo a volar es una variante del natural miedo a la muerte y una vez que supo el avión estabilizado en el aire, tuvo que levantarse al sanitario. Estando allí dentro pensó en lo grotesco que sería la aparición de su cuerpo destrozado en el sanitario tras un funesto accidente aéreo.
Comenzó la algarabía y se aceleró su corazón. Pero durante la turbulencia oyó un par de niños gritando de alegría con tremendas risotadas, entonces se dio cuenta que el miedo no es necesariamente concubino de los años.
Durante su infancia, viajando con sus padres, atravesaron por una bolsa de aire y la inestabilidad fue acaso ligeramente más severa que la que en ese momento padecía y desde aquel día lo invadió el miedo a la muerte. Fue ese el primer enfrentamiento del niño con lo inevitable.
En este momento, el júbilo de los chiquillos ante la anormalidad del vuelo, le hace dudar que fuera debido al gran temor de que era preso, que percibiera angustia en algunos otros pasajeros de aquel vuelo.
Sin embargo ahora, su vista en la ventanilla, no siente miedo; nunca como hoy ha estado tan tranquilo, mientras disfruta ir suspendido sobre aquel mar de vapor, con albas crestas esponjosas, que por momentos descubren aquel collage de rectángulos verdes y de plastas de maché. Tan lejano, tan ajeno a él toda aquella miniatura que se dibuja debajo de sus pies.
La muerte es la compañera más constante, solo espera y él la espera, ni con fervor ni con angustia, si no como quien espera un vuelo.
El miedo a volar es una variante del natural miedo a la muerte y una vez que supo el avión estabilizado en el aire, tuvo que levantarse al sanitario. Estando allí dentro pensó en lo grotesco que sería la aparición de su cuerpo destrozado en el sanitario tras un funesto accidente aéreo.
Comenzó la algarabía y se aceleró su corazón. Pero durante la turbulencia oyó un par de niños gritando de alegría con tremendas risotadas, entonces se dio cuenta que el miedo no es necesariamente concubino de los años.
Durante su infancia, viajando con sus padres, atravesaron por una bolsa de aire y la inestabilidad fue acaso ligeramente más severa que la que en ese momento padecía y desde aquel día lo invadió el miedo a la muerte. Fue ese el primer enfrentamiento del niño con lo inevitable.
En este momento, el júbilo de los chiquillos ante la anormalidad del vuelo, le hace dudar que fuera debido al gran temor de que era preso, que percibiera angustia en algunos otros pasajeros de aquel vuelo.
Sin embargo ahora, su vista en la ventanilla, no siente miedo; nunca como hoy ha estado tan tranquilo, mientras disfruta ir suspendido sobre aquel mar de vapor, con albas crestas esponjosas, que por momentos descubren aquel collage de rectángulos verdes y de plastas de maché. Tan lejano, tan ajeno a él toda aquella miniatura que se dibuja debajo de sus pies.
La muerte es la compañera más constante, solo espera y él la espera, ni con fervor ni con angustia, si no como quien espera un vuelo.
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