20 agosto 2010

(...)

Hoy las musas luctámbulas menguaron
se desmemoriaron de tu olor y tus palabras

Estos versos naufrabundos se quedaron sin aliento
violentadas y huecas mil vocales desabridas
serpentean eufemicas, grotescas.
Migraron funestagóricas las sombras y las letras

Ya no embriaga el vapor extático de tu poesía
ni te espera nocturna mi piel de sábanas revueltas

25 febrero 2010

La parábola del marinero insolado 2010 D.C.

¿En que quieres crea si cuando llegué al mundo estaba prácticamente destruído, consumido desde el meollo de sus ideas, si solo quedaba en pie una cáscara hueca?

Valiente marinero que le cede el timón al tripulante jóven y le encomienda llevar la nave sana y salva a puerto, pues él ya vagó por le mar y se enfrentó a su bravura, intentó domarlo y se le fueron los años y las canas y el cabello, se le nublaron los ojos y ya no puede dirigir el rumbo.
El marinero tuvo, en sus primeros días el propósito de llevar a su tripulación cuanto antes a tierra firme, pero paso el tiempo, lo fastidió la tempestad, el sol, la sal y su inmensa soledad. Dejó el timón y se esmeró en soñar, planear y teorizar todo un complicado estratagema para heredarlo a su descendencia, porque su vida no alcanzaría para llevar a cabo tan heroíca empresa. Dedicó su vida a la creación de un nuevo camino, de nuevas técnicas, inventó herramientas, pero no quedaba tiempo para probarlas todas. Se preparó para delegar la responsabilidad cuando llegara el fin de su tiempo y en prepar al joven marinero quien sería el sucesor.
El jóven navegante tomó el timón y se propuso conducir a su tripulación, finalmente a tierra firme, pero se dió cuenta que las teorías, las herramientas y enseñanzas del viejo capitán no le servían; se puso a soñar y a deducir, desarrollar nuevas estrategias y se fastidió del mar y de la sal, del calor y la temprestad....

Desde la lógica de la ingenuidad

"Si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor." Antoine de Saint-Exupery

Tal vez yo estaré loca o seré soñadora, ingenua, o yo que sé, pero la paz no se pide a gritos.

Me parece algo nuevo, incluso bueno, que la ya histórica apatía, esa negatividad pasiva, mal estacionada que nos ha caracterizado se transforme hoy, y surja del caos de pequeños movimientos encontrados y confusos una reacción grande, que al menos pretende tener el mismo objetivo -que acurruca en ella partidismos y demás-. El solo hecho que podamos poner de lado las diferencias de fondo es otro asunto. Pero hoy al menos hay movimiento, se planean marchas, se comparten estandartes pues nos une el sabor amargo de la indignación y el luto.
Parece un México al fin despierto.

El problema esque en esta tierra de nadie, hoy todos queremos paz o al menos queremos lo que teníamos antes (miopía y una mayor esperanza de vida), pero la queremos siendo intolerantes, la exigimos con violencia; con el ceño fruncido y con el puño cerrado.
Queremos paz y nos cegamos ante las soluciones más cercanas.
Le pedimos al hada madrina que nos quite la violencia y la intolerancia y quesque la falta de valores en un tris, como si todo esto lo hubiera igualmente aparecido en este mundo la bruja malvada, en un tris.
Vamos por la panorámica y olvidamos que un todo se integra de sus partes, por muy pequeñas que estas sean. Buscamos un culpable lejos, ajeno a nosotros mismos. Maldecimos un ustedes y nos compadecemos de un nosotros.

¿No será que si buscamos la armonía con nosotros y las personas que tenemos más cerca podríamos ir propiciando una reacción en cadena que contrarreste la actitud violenta que nos domina?

¿Porque no en vez de andar cazando brujas y juzgando culpables empezamos por cambiar la manera en que tratamos a los demás?
Busquemos esa cordialidad de antaño: saludemos a nuestros vecinos, cedamos el paso, seamos amables con un extraño, regalemos una sonrisa, un minuto a nuestros hijos, oigamos una canción llena de buenos recuerdos, tarariemos esa melodía olvidada, busquemos las virtudes en quien nos desagrada, respetemos a todas las criaturas vivas, compartamos las pequeñas buenas cosas que tenemos en esta vida...

Si queremos paz, comencemos por ser pacíficos -que no pasivos ni indiferentes-
El cambio es más fácil de lo que parece, empieza con un paso, un gesto amable, una palabra, una sonrisa un pensamiento; empieza con querer estar en armonía.